Sol y Sombra. José María Díaz-Maroto
(…) creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que
en sí mismos son insignificantes (…) Creo que lo bello no es
una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros (…) De igual manera la belleza pierde existencia si se suprimen los efectos de la sombra.*
Sol y Sombra alude a la vida, al color, y al esplendor, pero también al dolor, la muerte y la desesperación, así comienza el pequeño catálogo que acompaña a la exposición de José María Díaz-Maroto que se presenta en una galería de Madrid.
Sol y sombra, como bien dice D-M hace referencia a una constante dualidad, dualidad iconográfica que choca con la cantidad de tonos intermedios que se podrían extraer de sus fotografías.
Fotógrafo de la cotidianidad, asaltado por la sencillez y simpleza de los lugares, y despojado de cualquier adorno superfluo, se sumerge en la sombra que deja visible la luz habitada de los acontecimientos.
Díaz-Maroto presenta una exposición sosegada, del que posee la experiencia del camino, del viajero incansable.
Nuestro Marco Polo plantea la ciudad como metáfora de la creación humana, incluso en aquellas imágenes que están desprovistas de presencia humana habitan, en todas ellas, los recuerdos vividos de los ausentes. Nos habla de una Eusapia (Fotografía del Holocausto, 2008), la ciudad y los muertos, de Eutropia (Viajeros 02, Berlín, 2008), las ciudades y los intercambios y de muchas más: Andria, Clarise, Adelma… que no son otras, que La Habana, Roma, Marraketch o Gijón.
Díaz-Maroto nos convierte en Kublai Kan*, ese emperador que se dejaba seducir por las historias de mapas imposibles. Las ciudades de José María, sin embargo, no son invisibles, sus lugares no son imaginarios, son tan reales como el paso del tiempo, como bien dijera su amigo M.A. Galguera en el prólogo de Un camino natural “fotógrafos: guardianes de mi memoria, consuetas de mis sentimientos, testaferros de mi pretérito…”.
Camino de Asturias, 2009
Fotógrafo de la memoria y el olvido, preocupaciones y temas fundamentales en su trayectoria, encuentra la belleza en los antagonismos solidarios, luces y sombras del paso del tiempo. Metáfora que arguye el propio artista al incluir dos páginas de El elogio de la sombra de Tanizaki, en su catálogo. En definitiva, cartografías que nos acercan a su pequeño mapa del mundo.
Sol y sombra, paseo tranquilo de ciudades y sus gentes, es una exposición en la que, esperamos, Leteo* no haga de las suyas.
ANA ROBLEDILLO
Responsable de Comunicación de la Galería Arteinversion.
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