Canouan, St Vincent & Grenadines
Playa de Canouan. 2000
Pasar unos días en la isla de Canouan es algo verdaderamente inolvidable, no solamente por el pequeño paraíso (tan ansiado por los occidentales) que supone el poder viajar al Caribe, sino por las sorpresas que depara su estancia, y no digamos las peripecias que hay que vivir hasta llegar.
Isla de Canouan. 2000
Hoy por hoy, las únicas posibilidades para viajar hasta las Antillas Orientales es desde París (vía Martinica), o desde Londres (vía Saint Vincent, Barbados o Granada). Por cercanía, pensamos que viajar a París sería lo más apropiado, haciendo una escala en Martinica, y desde allí dirigirnos en un pequeño avión hasta Canouan, en mitad del archipiélago de las Granadinas. Hay que tener en cuenta que un exceso de confianza por mi parte me hizo pensar que cuando llegásemos a Martinica "alguien" nos estaría esperando para llevarnos a nuestro verdadero destino, pero no fue así. Por lo tanto, después de un primer vuelo desde Madrid a París, y un segundo vuelo hasta Martinica, nos encontrábamos en un aeropuerto desconocido a las nueve de la noche hora local y mirando desesperadamente a que alguien, con una bella sonrisa, portara un cartelito con mi apellido "Sr. Díaz-Maroto". En una primera y rápida observación no descubrí nada, pero la intuición me decía que estaría cerca. Al pasar los primeros minutos sin que nadie portara el ansiado cartelito, la intuición se transformó en preocupación, y a la media hora estábamos en el mostrador de la oficina de turismo de Martinica, buscando el hotel más cercano para pasar la noche.
Aeropuerto de Canouan. 2000
Ya habíamos descubierto qué debíamos hacer (al día siguiente) para llegar a Canouan. Muy preocupados por el imprevisto y de manera rápida tomamos un taxi-furgoneta y nos dirigimos al Hotel Airport. El cansancio pudo con nosotros y pasamos nuestra primera noche en Martinica en un suspiro.
A las seis y cuarto de la mañana me dirigí a la recepción del hotel para reservar los vuelos hacia Saint Vincent, descubriendo con pena que el primero partía a las cuatro de la tarde (segundo imprevisto).
Martinica. 2000
Con carácter latino, es decir, improvisando sobre la marcha, nos decidimos a visitar de manera rápida una parte de Martinica para pasar un tiempo precioso que debíamos haber utilizado en visitar nuestro lugar de destino, pero los viajes traen estas cosas. Nuevamente en el aeropuerto. Sin problemas y en hora, partíamos hacia Saint Vincent, pero en ese momento descubrimos que, como antes de aterrizar en Saint Vincent hacía una escala en Barbados, llegaríamos de noche y sería imposible viajar a Canouan, ya que las avionetas que hacen el trayecto entre las islas de Las Granadinas no realizan vuelos nocturnos. El desaliento hacía nuevamente presa de nosotros. Otra vez llegábamos a un lugar desconocido, otra vez tendríamos que buscar un hotel cerca del aeropuerto y otra vez estaríamos perdidos en una isla distinta de Canouan, que era nuestro verdadero destino. El viaje estaba resultando ya pesado, la estancia en tránsito de Barbados se hacía eterna, pero por fin llegamos a Saint Vincent. Esta vez sin titubeos nos dirigimos a la ventanilla de Turismo y rápidamente nos informaron de los horarios para el primer vuelo a Canouan (7:00 a.m.) y del hotel más cercano. En esta ocasión, nuestro alojamiento estaba francamente cerca. Nos pudimos dirigir andando a los "Apartamentos Adanns", desde cuyas ventanas veíamos salir los aviones. Gracias a Dios que el tráfico nocturno no existía y pudimos dormir tranquilos. Al amanecer teníamos que estar nuevamente en una salita de embarque. Cuando por fin tuvimos en nuestro poder los pasajes para Canouan nos dimos cuenta de que ya nos encontrábamos muy cerca de alcanzar el viaje que habíamos soñado desde el momento de nuestra partida de Madrid.
Playa de Canouan. 2000
El vuelo desde Saint Vincent a Canouan fue inolvidable para nosotros, en una avioneta amarilla de diez plazas, volando sobre un Caribe azul, azul... Volábamos a una altitud muy baja, desconocida en los vuelos comerciales, sobre pequeñas islas e islotes a cual más lindo y ya casi visualizábamos en el horizonte un destino que se nos resistía desde hacía tres días. Al fin, la isla de Canouan estaba bajo nuestros pies, tan pequeña, tan cuidada, tan deseada y tan Caribe. Una vez que aterrizamos en el pequeño y caprichoso aeropuerto de Canouan pudimos comprender que estábamos en el único, auténtico y exclusivo lujo del Caribe. Mis viajes al Caribe comienzan hace quince años. En este largo período he cruzado el Atlántico en veinticinco ocasiones, he visitado muchos países, y he recorrido varias islas, por lo que pensaba que tenía un conocimiento amplio de las Antillas, pero desconocía que en un lugar tan pequeño como la isla de Canouan podía encontrar el paraíso. Entre la reducida oferta hotelera de esta isla, uno de los lugares más impresionantes que demuestran el lujo y el privilegio de estar en este bello rincón del Caribe es The Carenage Bay. Se trata de ese lugar idílico que siempre hemos soñado y, sin saberlo, descubrimos que lo que formaba parte de nuestros agradables sueños existe. Un lugar lo suficientemente grande como para no sentir agobios, pero lo suficientemente pequeño como para utilizar un coche eléctrico (idéntico a los utilizados en los campos de golf) en todos nuestros desplazamientos, además de la ventaja que supone el que sea eléctrico y por lo tanto, no contaminante. Más que un hotel corriente, más que un conglomerado de apartamentos, es un lugar diferente, una pequeña ciudad de la tranquilidad.
Cielo caribeño. 2000
En efecto, la isla de Canouan, pese a lo recóndito y lo aparentemente inaccesible del lugar, tiene todo lo que se puede desear para disfrutar de unas vacaciones exclusivas: fabulosas playas, fascinantes piscinas, la posibilidad de practicar deportes náuticos, gimnasios, campo de golf, casino, tiendas, restaurantes de lujo, club social, pizzerías, pub, oficinas con los servicios más modernos, y sobre todo esa tranquilidad que pensamos que existe pero que no conocemos. Otro de los hoteles de la isla, el Tamarind Beach Hotel, fue hasta la inauguración del Carenage Bay, el mayor de los complejos hoteleros de Las Granadinas con sus 42 habitaciones con vistas al mar. Retirado, tranquilo y relajante, estratégicamente situado entre una colina y la línea del mar, este resort ofrece de nuevo ese cálido paraíso donde uno se puede sentir privilegiado. Desde sus habitaciones se puede ver la bahía azul. Y además de sus instalaciones de lujo, es posible disfrutar de su propio muelle privado para yates, así como de los programas de entretenimiento semanal y toda clase de deportes acuáticos, como vela o sorkeling. Un atractivo más lo tienen los viajes que organiza hacia el Parque Marítimo Nacional de los Cayos de Tobago, unos islotes cercanos, que no pertenecen al Estado de Trinidad y Tobago, sino a Las Granadinas. La odisea había merecido la pena, el esfuerzo fue de sobra recompensado y los días de estancia no serán olvidados con facilidad. Los atardeceres desde lo alto de la pequeña ciudad quedaron grabados en nuestra retina y la balconada del casino nos recordará al lugar más tranquilo de los días vividos en Canouan. La vuelta fue mucho más tranquila, aunque volvimos a realizar una larga escala en Barbados, pero todo en una misma jornada. Atrás quedaba el dulce recuerdo del lugar más privilegiado y exclusivo que tiene el Caribe, en la isla de Canouan.
Un exceso de confianza hizo que el viaje hasta Canouan fuese tan largo y, a la vez, divertido. Pero se puede viajar en una sola jornada, teniendo la información necesaria antes de partir.
Canouan. 2000
El camino más corto es el siguiente: vuelo regular desde París a Martinica y vuelo desde Martinica a Canouan (una vez por semana). Segunda posibilidad: vuelo regular desde Londres a Barbados y desde Barbados a Saint Vincent y en avioneta a Canouan.